"NOSFERATU: EL VAMPIRO" (1979) De las que hay que ver antes de morir

[RESEÑA] Drácula llega a la ciudad alemana de Wismar, llevando la plaga de la peste, en esta nueva versión de la obra expresionista silente de F.W. Murnau.

No todos los días un filme de horror se gana el respeto de la crítica tradicional al punto de ganar un premio de tanto prestigio como el Oso de Plata en el Festival de cine de Berlín.

El mérito es doble si se trata de un remake de una obra maestra, como lo es "Nosferatu, eine Symphonie des Grauens", filmada en 1922 por el gran maestro del expresionismo alemán, F.W. Murnau. 

Y no es para menos, pues "Nosferatu: El vampiro" cuenta con la estupenda dirección de Werner Herzog, respetado cineasta alemán, y las actuaciones de la leyenda Klaus Kinski y la siempre hermosa Isabelle Adjani.

LA TRAMA 
Jonathan Harker es un agente inmobiliario que viaja a Transilvania para formalizar la compra venta de un inmueble en Wismar, por parte del enigmático conde Drácula.

Lo que no sabe es que Drácula es un vampiro y en la primera noche en el castillo este lo muerde. Harker queda prisionero mientras el vampiro viaja en barco a Wismar, decidido a adueñarse de Lucy, la esposa de Harker.

La tripulación del barco se ve diezmada por el ataque de Drácula y al llegar a Wismar se desata la peste por la enorme cantidad de ratas que iban en la nave.

Harker logra escapar del castillo y se embarca en una carrera contra el tiempo para llegar a Wismar y salvar a Lucy de las garras del vampiro, antes de que él mismo se convierta en una criatura de la noche.

Cuando por fin llega, la ciudad está bajo la influencia de la peste, con cadáveres y ataúdes diseminados por las calles, mientras los sobrevivientes, enloquecidos, organizan bacanales y bailes al aire libre, intentando disfrutar sus últimos días de vida.

Lucy intenta convencer al doctor Van Helsing de que Drácula es el verdadero origen de la peste, pero al no lograrlo, toma una decisión drástica con tal de salvar a Wismar y a su esposo de la plaga.

ASÍ LA VIMOS
1979 fue un año prolífico para los vampiros en el cine con cerca de media docena de producciones dedicadas a los chupasangre. Todas muy buenas, pero "Nosferatu: El vampiro" se destaca entre todas ellas por su puesta en escena tan teatral, tan calculada, que nos deja una huella indeleble.

No se trata de una película para el cinéfilo acostumbrado a las propuestas hollywoodenses. Si fuera comida, el cine gringo serían el equivalente a una orden de hamburguesas y papas. "Nosferatu" sería un platillo gourmet, una delicadeza de las que no se comen todos los días y que hay que retener en la boca unos segundos extras para apreciar los delicados matizes y sabores que nos ofrece.

Herzog hizo un gran esfuerzo por llevar a la pantalla una nueva versión del clásico de F.W. Murnau pero al mismo tiempo le agrega pequeños toques que mejoran (sí, estoy siendo sacrílego) la obra.

Klaus Kinski nos presenta a un vampiro temeroso, solitario, que hace que simpaticemos con él, pero que al mismo tiempo es letal e implacable.

El vestuario y la ambientación están muy bien logrados, salvo un par de errores que dejan ver cerraduras modernas de acero en algunas puertas y barandales turísticos a la orilla de un arroyo.

Las actuaciones y maquillajes parecieran por momentos exagerados, en especial el lenguaje corporal de Adjani, pero se entiende que se trata de acentuar/homenajear el estilo de la película muda original, lo que funciona a las mil maravillas.

Las secuencias de la peste en la ciudad y la decadencia en la que cae rápidamente la población transmiten un dejo de desesperanza, como contagiándonos de la melancolía que aqueja al vampiro.

En resumen, el filme es un deleite que merece más de una vista, una bocanada de aire fresco para desintoxicarnos del cine de horror convencional. Eso sí, veánla en su idioma original.
 
 



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